INTRODUCCION
A LA SINCRONICIDAD
Todos
los mortales que habitamos este
mundo nos enfrentamos a un mismo
misterio. En algún momento, o tal
vez muy frecuentemente, nos hemos
planteado quiénes somos y cuál
es el significado de nuestras
vidas.
Las
respuestas a dicho planteamiento
son muy variadas de acuerdo a las
fuentes que hayamos tomado para
contestarlas.
En
la antigüedad eran los profetas
quienes, escuchando la voz de
Dios", trasmitían algunos
secretos sobre la creación al
resto de los seres. Desde el siglo
XVII en adelante ha sido del
dominio de los científicos
descubrir cómo está constituido
y cómo funciona el universo.
Ellos han hecho ingentes esfuerzos
por contestar a grandes
interrogantes: cómo fue creada la
materia por primera vez, cómo
comenzó la vida, y últimamente
qué es la conciencia, dónde se
asienta y cómo interactúa con la
naturaleza. Por lo tanto la
ciencia ha sido el vehículo más
aceptado, relegando así a los
antiguos profetas, para encontrar
las explicaciones a nuestros
eternos cuestionamientos de tipo
existencial.
A
través de ese vehículo, la
ciencia, se ha logrado penetrar a
la estructura interna del átomo;
describir las fuerzas
interactuantes dentro del núcleo;
describir también un verdadero
"zoológico" de partículas
subatómicas (cerca del centenar);
desentrañar uno de los mayores
misterios de la vida, la composición
del código genético; identificar
los misteriosos agujeros negros;
registrar la formación de
galaxias, estrellas y planetas;
descubrir los mecanismos fisiológicos
del cuerpo humano; y hasta obtener
registros del supuesto comienzo de
todo, el Big Bang (todo esto entre
tantos otros descubrimientos).
Pero
más allá de todo ello, también
disfrutamos de cosas que tienen
resonancia en un centro
emisor‑receptor diferente,
nuestro mundo interior. El sabor
de la literatura, la música, la
pintura, la escultura, la
arquitectura, las experiencias
contemplativas y místicas, e
incluso para algunos, el deleite
de sus propias vidas, son
patrimonio de las vivencias
exclusivas de nuestro mundo
interior. También se incluyen aquí
nuestras pasiones, el amor, e
incluso la imaginación y la ficción.
De
este breve análisis surge con
gran claridad la existencia de una
aparente brecha infranqueable
entre nuestro mundo interno (lleno
de pasiones, sensaciones, deseos e
intuiciones), y el mundo físico
externo “real" que nos
rodea (ese que a toda causa física
le sigue un efecto proporcional).
¿Cómo
unificarlos? ¿Cómo sentir la
unidad entre lo que es aceptado
como absolutamente
"real" y tantas otras
vivencias interiores que son
reales para nosotros y que, tal
vez, ni siquiera nos animemos a
contarlas a otras personas en
muchas ocasiones? ¿Cuán real es
lo que vivenciarnos en nuestro
mundo interior?
Si
nos basamos en nuestra educación,
basada en el paradigma reinante,
esos dos mundos parecen demasiado
distantes entre sí. E incluso, a
veces, pueden estar en franca
contradicción.
A
pesar de todo ello, y a pesar de
que lo que vivimos algunos podrían
considerarlo dentro del reino de
lo "irreal', nadie nos podrá
doblegamos para desistir de su
licitud, o ir en contra de
nuestras experiencias interiores.
Pero, ¿por qué es así? En el
fondo, nuestras vidas no son más
que caminos evolutivos que se
basan en la continua búsqueda de
significado, y una vez que le
encontrarnos significado a algo
eso es "real" para
nosotros. Desde niños vivimos
relacionándonos con el mundo a
partir de encontrarle significado
a las cosas. Las preguntas son
inevitables: ¿Qué es eso? ¿Para
qué sirve eso? Todo, desde un
tenedor, un destornillador, o un
puntero láser, o cualquier otra
cosa con la que nos hayamos
relacionado, ha pasado por ese
mecanismo de interpretación en
busca de significado en nuestra
conciencia.
La
pregunta que surge es si en
nuestra vida diaria tenemos algún
elemento que nos esté mostrando
la unión entre esos dos mundos.
Algo que nos permita profundizar
en los mecanismos del
funcionamiento de la naturaleza
(esos que están
"ocultos", o que no
pueden ser descifrados solamente
por nuestros cinco sentidos
externos), para llegar a
comprender desde un plano más
profundo cuál es nuestro rol
participativo en el universo.
Y
la respuesta es Sí, existe algo
que todos vivenciamos en común y
que nos permite comenzar a
vislumbrar esa conexión. Me estoy
refiriendo a las coincidencias,
pero no a las simples
coincidencias, sino a aquellas que
contienen la información con
significado trascendental para
nuestras vidas. Se deben
diferenciar de aquellas otras
simples coincidencias, por azar
puro, que no traen respuestas ni
producen cambios en nuestros
caminos (como por ejemplo, que en
dos partidos de fútbol se hagan
goles en el mismo instante). Todos
nosotros hemos tenido en nuestras
vidas ese tipo de coincidencias con
significado que han cambiado
nuestros rumbos, e incluso
nuestros valores y perspectivas
sobre la vida.
Para
comprender con un ejemplo lo que
es una sincronicidad, podemos
mencionar lo que James Redfleld,
autor de la conocida La Novena
Revelación, relata que
encontró entre los escritos de
Abraham Lincoln. Sucedió en su
juventud. En aquella época,
Lincoln sentía que debía ser
algo diferente a un granjero o
trabajador manual, como era el común
denominador en los miembros de su
comunidad de Illinois. Un día se
encontró con un vendedor
ambulante que estaba atravesando
una época difícil y que le
ofreció, a cambio de un dólar,
un viejo barril de objetos
diversos, la mayoría sin valor.
Lincoln podía haberse quitado de
encima a aquel vendedor arruinado,
pero en cambio le dio el dinero y
guardó los objetos. Más tarde,
cuando vació el barril, Lincoln
halló entre los botes y los
utensilios viejos una colección
de libros de derecho, gracias a
los cuales estudió hasta ser
abogado y a partir de ahí
prosiguió su célebre destino.
A
ese tipo de coincidencias con
significado, esas que
"encajan" con nuestra
historia personal, Carl Gustav
Jung las ha dado en llamar
"sincronicidad". El
nombre elegido tal vez no haya
sido el más afortunado, ya que
puede inducir a confusión entre
sincronicidad y sincronía. Esta
última palabra implica el
concepto de algo que sucede en el
mismo tiempo. En las
sincronicidades, en cambio, los
eventos interconectados suelen
suceder espaciados en el tiempo.
Incluso, los eventos pueden
interconectarse después de
pasados muchos años. Lo único
que conecta los eventos dentro de
una misma sincronicidad es que están
dentro del mismo "guión",
están conectados por el mismo
significado, y "encajan"
con nuestra historia personal.
Vistas
las sincronicidades desde el punto
de vista estrictamente científico,
lo que se plantea en este
escurridizo asunto es en qué
medida este tipo de sucesos pueden
ocurrir exclusivamente por azar,
basándose en el cálculo de
probabilidades. En otras palabras,
¿cuál es el delicado límite
entre el azar y una sincronicidad?
Las investigaciones demuestran que
la estadística no contiene la
clave a estos fenómenos tan
frecuentes.
Les
relataré otra sincronicidad, una
comentada por Nicholas Green sobre
algo que le sucedió al actor
Anthony Hopkins. Ella nos muestra
con claridad cuan alejadas pueden
estar las sincronicidades de un
evento que ocurra simplemente por
azar probabilístico. Hace años
se le propuso, a Anthony Hopkins,
un papel en una película que
estaba basada en el libro de
George Feifer, The Girl from
Petrovka. Como buen
profesional se empeñó en leer el
libro, pero en todas las librerías
de Londres lo tenían agotado. Un
buen día se sentó en el Metro y,
en el asiento contiguo, descubrió
un ejemplar de The Girl from
Petrovka. Ese libro contenía
una gran cantidad de notas
personales escritas en los márgenes.
Dos años más tarde, cuando
comenzó el rodaje de la película,
tuvo la oportunidad de conocer a
Feifer, ‑el autor del libro.
Conversando ambos, Feifer
inexplicablemente sacó el tema de
la pérdida de su copia del libro
dos años antes. Fue entonces
cuando Hopkins quedó totalmente
deslumbrado por la operatoria de
la sincronicidad (y pudo
devolverle el libro a su dueño).
David
Peat, un físico filósofo de la
ciencia, señala con tremendo
acierto que se puede construir un
puente entre los mundos interior y
exterior a partir de la
sincronicidad. Nos da un punto de
partida (para comenzar la
construcción de un puente que
conecta mente y materia, física y
psiquis), ya que nos provee de una
visión que va más allá de
nuestras nociones de causalidad en
los patrones de funcionamiento de
la naturaleza. Una danza
subyacente, perteneciente a un
orden más profundo, que
interconecta todas las cosas,
incluidos nosotros mismos.
Y
de esa forma de ver las cosas que
nos suceden (de reconocer un orden
más profundo, con propósito,
ocupándose individualmente de
cada uno de nosotros), es que
depende que podamos cambiar el
paradigma reinante por uno más
coherente.
"El
mundo que hemos creado es producto
de nuestra forma de pensar” dijo
Einstein. "Es una locura
pensar que el mundo pueda cambiar
sin que cambien nuestros modelos
mentales."
¿Existe
esta danza subyacente en algún
plano ya descubierto por la
ciencia en el que las cosa
funcionen basadas en esa
interconectividad? La respuesta es
Sí. Pero vayamos lentamente, y
comencemos teniendo una noción de
cómo era la interpretación de
esas coincidencias, las que han
estado presentes en las vidas de
todos los seres humanos que nos
precedieron en tiempos pasados.
VISIONES
DE LA ANTIGÜEDAD
Según
los que han analizado el tema
desde distintos ángulos, se puede
ver una clara diferencia en
Occidente y en Oriente en las
interpretaciones que tenían sobre
las coincidencias con significado.
Veamos primero, someramente, a
Occidente.
Los
relatos de Homero del 800 A.C.,
refiriéndose a la relación entre
los mortales y los dioses del
Olimpo en épocas alrededor del
1200 A.C., mostraban una
interrelación muy particular. Lo
que hoy llamamos sincronicidad, en
aquel entonces era atribuido a la
intervención directa de los
dioses en las vidas de los
mortales, montando los escenarios
y situaciones particulares que les
sucederían (como podría ser
hacerle caer la espada de la mano
en el medio de una batalla, o que
a su carruaje se le saliese una
rueda en el momento crucial). En
muchas de ellas se puede ver,
incluso, el capricho de dichos
dioses en sus intervenciones. En
nuestro tiempo, una película
muestra una relación similar
entre el protagonista y el
Director del estudio de televisión
quien, sin darle a conocer la
verdadera situación, arreglaba
las situaciones para que tuviesen
lógica dentro del guión. Me
estoy refiriendo a The Truman
Show. Muchos otros
intelectuales de nuestro tiempo
siguen teniendo visiones similares
sobre las coincidencias. Carmen
Posadas, Premio Planeta de
literatura, escribió en boca de
uno de los personajes en Pequeñas
Infamias: "Las
casualidades son bromas que los
dioses gastan a los
mortales".
En
aquellas épocas de Grecia y Roma,
le atribuían incluso a un dios
particular esa capacidad de crear
ese tipo de situaciones, Hermes en
Grecia y Mercurio en Roma. Hace
tiempo leí un libro dedicado
enteramente a ello: Hermes, the
trickster.
En
Grecia se relacionaba las
sincronicidades con la adivinación.
La adivinación era un factor muy
tenido en cuenta para tratar de
anticiparse a conocer "el guión"
de lo que le iba a tocar
enfrentar. Cuentan que una mujer
embarazada, oriunda de la isla de
Samos, viajó a consultar al oráculo
de Delfos sobre el futuro del
porvenir del hijo por nacer. En
aquel sitio tan particular, bañado
continuamente por gases
sulfurosos, las pitonisas
(adivinadoras) le anticiparon que
el hijo que daría a luz
contribuiría al conocimiento de
la humanidad y sería recordado
por los siglos de los siglos. De
ahí el nombre que le pusieron al
recién nacido, Pitágoras.
"Pita" por las
pitonisas, y "ágoras"
por el augurio (el augurio de las
pitonisas). Hoy, este mismo tipo
de augurio es buscado por una
increíble cantidad de personas
que recurren a sus cartas natales,
numerólogos, tarotistas y
adivinadores en general. Incluso
en The Matrix, la película
que está revolucionando al cine,
recurre a ese mismo tipo de
semejanza cuando lo llevan a Neo
al oráculo para que le diga
si él es el elegido.
A
pesar del advenimiento de las
religiones monoteístas, Occidente
no eliminó la consideración de
las coincidencias con significado
en las vidas de los mortales. La
diferencia era que a partir de
entonces fueron atribuidas a la
voluntad de Dios, y esas eran sus
señales. Así podemos ver a lo
largo de la historia que la
coronación de reyes, el
advenimiento de guerras o
epidemias, o el nacimiento de
grandes seres eran siempre acompañados
por una variedad de portentos
naturales. La simple observación
del tapiz de Bayeux, ese que
retrata la conquista Normanda de
Inglaterra en el 1066, nos muestra
un cometa en el cielo. Tal vez
simplemente remedando la estrella
de Belén. Se debe remarcar que ya
no eran los profetas
"escuchando" la voz de
Dios, sino que ahora todos los
mortales recibían sus señales a
través de dichos fenómenos.
Más
tarde en la evolución, después
del Renacimiento, con el
advenimiento de la ciencia, ese
tipo de portentos quedó
absolutamente limitado al
patrimonio de la vivencia
interior. Bajo el lema: "Todo
lo que no se ve, o que no puede
ser demostrado, no es real",
los seres humanos dejaron en manos
de una nueva deidad (ahora científica:
las probabilidades y el azar) el
dominio de las coincidencias con
significado. Muchos incluso habrán
temido comentarlas para que no los
catalogasen rayando con la locura.
Se perdió la licitud de la
interpretación personal sobre ese
tipo de vivencias. El nuevo
paradigma las atribuía a la casualidad.
Bajo ningún punto de vista se las
podía considerar causales,
ya que no eran medibles ni
demostrables.
A
diferencia de Occidente, Oriente
les dio otra interpretación desde
la antigüedad. Ya en los
milenarios Vedas se pueden
encontrar sus referencias. Dice
Deepak Chopra que, de acuerdo a
tradición Védica, hay sólo dos
síntomas que permiten definir a
una persona que se encuentra en su
camino a la iluminación. Primero,
la sensación de que las
preocupaciones están
desapareciendo. No se siente
abatido por la vida. Las cosas
pueden ir mal, pero eso ya no le
molesta más. En segundo término,
en cada área de su vida, comienza
a notar un gran número de eventos
sincronísticos. Las coincidencias
con significado, parecen ocurrir
con mayor frecuencia cada vez
(como recibiendo mayor cantidad de
"mensajes" viniendo de
un plano inmanifiesto).
También
en China la interpretación de las
coincidencias con significado fue
vista de una manera distinta a la
de Occidente. Los chinos se
basaban en tres aspectos: 1) el
concepto sobre el tiempo (viéndolo
circular en lugar de lineal); 2)
trataban de interpretar los
sucesos dentro de un patrón de
eventos que suceden juntos en el
tiempo (y no como eventos
aislados); y 3) interpretando los
números a partir desde un punto
de vista cualitativo, y no
cuantitativo como nosotros.
Un
breve cuento clarificará este último
aspecto. En la antigua China un ejército
había rechazado la ofensiva de
otro mucho más poderoso. La
encrucijada, para el ejército más
débil, era si lo más apropiado
era esperar o atacar. Eran 11
generales los que se sentaron para
tomar la decisión. Ocho votaron
por esperar y tres por atacar. Con
nuestra visión de las cosas no
dudaríamos que la decisión
tomada fue la de esperar. Pero no
fue así. ¡La votación
demostraba el consenso para
atacar! ¿Por qué? En China el número
tres representa el concepto de
unidad. ¡Y todos estuvieron de
acuerdo en que la votación
indicaba atacar!
Igual
que en Occidente, en las culturas
orientales también se le daba
trascendencia a la manifestación
de fenómenos de la naturaleza
como augurio de situaciones
especiales. Les daré un ejemplo
entre los tantos que se pueden
encontrar. Relata Sogyal Rimpoché
que diez días antes de la muerte
de un gran maestro en 1959,
Jamyang Khyentse, un sismo había
hecho temblar la tierra, y que,
según los milenarios Sutras
budistas, esa era una señal que
anunciaba el fallecimiento
inminente de un ser iluminado.
De
todo lo expuesto se puede apreciar
que tanto en Occidente como en
Oriente, en la antigüedad, y a
pesar de sus diferencias, las
coincidencias con significado tenían
real valor como señales en las
vidas de los seres. De una forma o
de otra, provenían de algún tipo
de orden superior. No sólo
participaban en ellas los seres
humanos, sino que eran un todo con
los fenómenos de la naturaleza.
Dentro de ese contexto, la
naturaleza entera era considerada
un único y gigante organismo en
el que cada persona tenía un
lugar bien definido. Oriente ha
mantenido en gran medida esa visión.
Hoy en Occidente, con el paradigma
reinante, impuesto a partir de la
ciencia, hemos perdido esa posición,
habiendo pasado a considerarnos
meros espectadores de a naturaleza
y su evolución, dentro del
contexto numérico de la población
en general.
EL
PARADIGMA REINANTE
Con
el nacimiento de la ciencia en
Occidente, se produjo el choque de
los descubrimientos objetivos con
muchas visiones absolutamente
contrarias. Estas últimas habían
sido sostenidas, exclusivamente,
por el dogma religioso. Para
contrarrestar muchos conceptos
casi irracionales sostenidos por
el dogma (como por ej. que la
tierra no podía ser redonda), la
ciencia tuvo que imponerse, tal
vez con excesiva rigidez, para
lograr "separar las
aguas" en lo referente al
conocimiento de la naturaleza. Por
ello, lo único que se aceptaba
como absolutamente real era lo que
había podido ser demostrado a
través del método científico.
Desde
Newton, el paradigma de su mecánica
se convirtió en el modelo para
todas las otras ciencias. Fue
utilizado incluso para la
interpretación de las propias
vidas y para sentir que se podía
atrapar al tiempo dentro de los
relojes (¡lograron creer que lo
habían encerrado en pequeñas
cajitas!). Esa visión transformó
la manera de cómo se veía al
universo, pasando de un organismo
viviente a algo muy parecido a una
gran máquina.
Este
sigue siendo hoy el paradigma
reinante: seres que nacen con
conciencia dentro de un
"universo máquina”. Y lo
que es peor, al no encontrar una
clara ubicación de
"encaje" dentro de la
naturaleza, los seres han pasado a
ser un simple número dentro de
una población. Se ha ido creando
un sistema de vida, a todo nivel,
que no es coherente con el encaje
y la confianza de ser parte de la
naturaleza. Se ha perdido el
significado y la búsqueda de propósito.
Los resultados están a la vista:
hambre, falta de agua potable,
contaminación, destrucción de la
capa de ozono, recursos económicos
masivos destinados para las armas,
delincuencia, guerras, terrorismo,
destrucción, desprecio por la
vida humana, etc., etc., etc.
Parece
ser que es absolutamente necesario
un cambio radical de paradigma. El
cambio del color de las gafas con
el que decodificamos nuestras
vidas y la realidad. Ya no alcanza
con pequeños cambios paulatinos.
Creo
que un buen ejemplo, para darnos
cuenta de cómo nuestras creencias
pueden “crear" la realidad,
lo podemos encontrar en lo que han
llamado "El paradigma del espía".
Durante "La Guerra Fría"
enviaban, de ambos bandos, espías
del otro lado de la "Cortina
de hierro". Para que tuvieran
éxito, y que no fuesen
descubiertos, era fundamental
entrenarlos, minuciosamente, en el
idioma, en los vocablos y
modismos, en la cultura, en los
pensamientos y creencias, en la
ideología, etc.. En otras
palabras, debían "hacer
carne" al otro paradigma, y
lograr pensar igual que el rival.
El problema surgía una vez que lo
lograban. Veían que al tiempo,
los espías estaban tan
consustanciados con el paradigma
rival que terminaban creyéndolo
como su verdad. Esa fue la causa
por la cual tantos espías
cambiaron de bando y se
convirtieron en "dobles espías".
De
este ejemplo surge claramente que
podemos cambiar el paradigma para
tratar de construir un mundo
mejor. Pero ello depende de lo que
se enseñe y de las creencias que
logren imperar. Es por esto que
tantos seres mencionan que
comprender el funcionamiento
profundo de la sincronicidad,
donde todo está interconectado en
una danza originada en un orden
superior con propósito, es un
paso importante para cambiar el
contenido de las creencias de
nuestro paradigma. Tendremos una
conciencia más clara sobre
nuestra responsabilidad por el sólo
hecho de participar de la vida,
como "cocreadores" de la
realidad dentro de un universo
participativo. Podremos sentir que
hemos recobrado nuestro
"encaje" y confianza
dentro de la naturaleza.
CAMBIOS
A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
A
principios del siglo XX, los científicos
comenzaron a elaborar ingeniosas
teorías que derrumbaron las
murallas del conocimiento previo,
ese que se basaba en la causalidad
(determinismo). A partir de 1900,
con el quantum de Planck, nació
la física cuántica. Poco tiempo
después, en 1905 y 1916, Einstein
desarrolló la teoría de la
relatividad. Para 1927 el
paradigma del universo como
maquina ya había sido derribado.
El mundo, de donde todo se
formaba, ya era probabilístico,
tanto partícula como onda, la
energía y la materia ya eran
intercambiables, y la
incertidumbre se mostraba con todo
su esplendor en el funcionamiento
de la naturaleza.
Y
aquí la gran paradoja. El resto
de las ciencias, tal vez debido a
que la física no pudo contar en
palabras sencillas sus
descubrimientos, o por falta de
una filosofía que acompañase a
los nuevos fenómenos, no
incorporaron estos conceptos.
Mucho menos nosotros, el resto de
los mortales comunes. Esos
conocimientos quedaron como
patrimonio casi exclusivo de
algunos pocos científicos, pero
la mayoría de ellos entendían el
"para qué", pero no el
"cómo" ni el "por
qué". Hasta nuestros días,
dichos conocimientos aún no han
pasado a los programas de enseñazas
básicas y universitarias (incluso
en carreras como medicina y
filosofía).
Los
hallazgos de la física cuántica,
dando origen a principios como el
de complementan edad y el de
incertidumbre, no fueron
decodificados para que, enseñándolos,
perteneciesen a nuestro
armamentario para decodificar la
realidad que nos toca vivir. Se
sumaron a esos nuevos conceptos
teorías en otros campos de la
ciencia, como por ejemplo los
campos y la resonancia mórfica de
la biología. Ellos tampoco nos
son enseñados en la actualidad.
Lo
comentado es otra de las grandes
razones por la que se cree que es
trascendente comprender el
funcionamiento de la
sincronicidad. Al analizarla se le
ha encontrado gran similitud con
el funcionamiento del mundo cuántico.
Tal vez, "El Propósito"
nos quiere demostrar que la
sincronicidad pertenece al dominio
del alma, siendo esta última un estado
cuántico y funcionando bajo las
leyes de ese reino. A lo mejor
también nos quiere hacer
comprender que la conciencia no es
un mero epifenómeno del cerebro y
sus moléculas.
LA
SINCRONICIDAD
En
1952, el psicólogo Carl Gustav
Jung describió a la sincronicidad
como coincidencias con significado
para la persona que la vive. La
mayoría de los autores que
posteriormente han analizado el
tema de la sincronicidad, creen
que las sincronicidades son
mensajes provenientes desde un
plano inmanifiesto, de un plano de
inteligencia infinita que conoce a
la vida como un todo. Lo hacen
irrumpiendo súbitamente en vida
superficial viniendo de un plano más
profundo. Deepak Chopra lo lleva
al punto de decir que "se
trata del Todo hablándole a sus
partes".
Todos
expresan que en los momentos de
sincronicidad, podemos percibir
cuan interconectada está la vida
en algo como si fuera una enorme
red o tapiz de la vida toda.
Algunos
descartan dichos eventos por
parecerles meras coincidencias,
pero la mayoría de los que
tuvieron ese tipo de vivencia
perciben intuitivamente que tiene
que haber algo más allá de su
comprensión. Las sincronicidades
se manifiestan en nuestras vidas
irrumpiendo como los
"comodines" del mazo de
cartas y, como ellos, rehusándose
a jugar por las reglas por
nosotros conocidas. Su particular
funcionamiento, asociado al
significado que habitualmente nos
proporciona alguna respuesta
importante, nos deja la sensación
de que tal vez estemos ignorando
alguna clave vital de las
"verdaderas reglas de
juego".
Uno
de los aspectos más importantes,
cuando una sincronicidad está
operando, es que se detecta un
fluir diferente al habitual, más
armónico y sin resistencia, como
si unas manos ocultas nos
estuviesen ayudando. Algunos lo
describen como una gravedad
especial, como si nosotros fuésemos
los atractores de ese campo tan
especial. Como si hubiésemos
activado la gravedad personal.
Tiempo más tarde nos damos cuenta
que ese alineamiento responde a un
nivel de causalidad mucho más
sutil del que conocemos. Vemos que
se trataba, ni más ni menos, lo
que precisamente necesitábamos
aprender en ese momento. Como si
estuviese en funcionamiento
"La Causalidad de la
Casualidad".
A
medida que creamos las condiciones
que favorecen la aparición de
sincronicidades observamos que
cada vez atraemos más y más
eventos de ese tipo. Peter Senge
lo compara a lo que sucede‑
con algo muy natural: "el
agua fluye ladera abajo atraída
por la ley de la gravedad". Y
al igual que la ley de la
gravedad, que nadie sabe bien cómo
funciona, las sincronicidades
comienzan a ocurrir fluida y
frecuentemente, sin más, pero
también desconociendo su
operatoria.
El
último de los puntos, en el que
casi todos los autores coinciden,
es que las sincronicidades son
favorecidas por una actitud de atención
intuitiva e intención. Esta
es la que permite que la
naturaleza lleve su curso.
Habitualmente se detecta una
sincronicidad al romperse el
programa que nos hemos trazado
racionalmente (fuera de la
programación y de la rutina). Por
eso pienso que es importante dejar
parte de nuestro tiempo sin
programación conciente.
El
mundo es un lugar de significado,
un lugar donde somos buscadores
del "verdadero propósito",
y la sincronicidad, según la
describe Kammerer: "Es el
cordón umbilical que conecta
pensamiento, sentimiento, ciencia
y arte, con el útero del universo
que les dio a luz".
LAS
7 LEYES DE LA SINCRONICIDAD
Como
lo relato en El Misterio de las
Coincidencias, volviendo en
tren de Machu Picchu, en 1998, súbitamente,
y en el medio de una conversación
sobre otro tema, se presentó en
el plano de mi conciencia lo que a
continuación transcribiré.
INTRODUCCION
La
sincronicidad aparenta ser la
fuerza de la naturaleza que
responde a la atracción del
alma para ayudamos a conectar
“los dos mundos": el mundo
de la materia y el mundo del espíritu,
como también ayudamos en nuestro
camino evolutivo.
Dentro
de esta fuerza de atracción
podríamos describir
“7
Leyes de la Sincronicidad” *
para hablar de su aparente
funcionamiento.
*
Se utiliza el término Ley,
en el sentido científico, como:
descripción de las "reglas
de funcionamiento dentro del
comportamiento general".
Las
7 Leyes de la Sincronicidad:
Primera
"Ley": La
Causa
La
sincronicidad es causada por la activación
de la "gravedad individual
del alma", consciente o
inconscientemente.
Esta
gravedad se activa cuando existe
un dilema trascendente para la
evolución del individuo que no
puede ser contestado, con los
conocimientos disponibles, por su
lógica racional.
¿Cómo
podría activarse? Se han descrito
distintas partículas subatómicas
para referirse a diferentes
fuerzas y funciones. El
"gravitón" es descrito
como el que actúa para producir
los efectos de la Ley de Gravedad.
Analógicamente,
si tuviésemos que describir una
partícula que nace de la fuerza
generada por la activación del
alma, la podríamos denominar
“Almatrón".
Esta
activación del alma genera una
enorme cantidad de energía que
dará lugar a la formación de una
sincronicidad (tal vez a través
de la emisión de estos
"almatrones mensajeros"
que desencadenan la posterior
respuesta).
Segunda
"Ley": La
Condición
La
manifestación de una
"coincidencia con
significado", como respuesta
a un dilema profundo del alma, no
tendría sentido si no estuviéramos
suficientemente
"despiertos" para damos
cuenta de su existencia.
El
estado más adecuado para poder
identificarla es el de un "alerta
‑intuitivo".
Encontramos
en ese estado facilita la percepción
de las señales que se presentarán
para mostramos un nuevo camino.
Es
importante dejarse llevar por esas
pistas y no ponerles trabas.
Debemos dejarnos llevar por el
"flujo" y estar
abiertos a lo desconocido (incertidumbre).
Los
obstáculos habituales son a través
de la mente lógico‑racional;
a nuestra interpretación de los
hechos a partir del tiempo Iineal,
ese que creemos tener atrapados en
nuestros relojes; y al temor de
vivir algo que luego tendremos
temor de contar a los demás por
"el qué dirán", como
habitualmente nos sucede a todos
con alguna experiencia mística.
Debemos,
además, encontramos (o colocamos)
en una posición de desapego del
resultado.
Tercera
"Ley":
La
"Agencia" Organizadora
de las Sincronicidades
Habiendo
activado la energía del alma y
colocados en un estado de
alerta‑intuitivo sin estar
esperando un resultado, desde un
plano superior a nuestra
comprensión (y tal vez activado
por nuestra emisión de
almatrones), "algo"
parece comenzar a organizar el
evento que se materializará, casi
mágicamente, dentro del
"mundo real de los sentidos y
la materia".
Parecería
que la sincronicidad ha sido
producida por una “agencia
organizadora de eventos", tal
como lo haría una agencia de
turismo al programar un viaje a la
medida de nuestros requerimientos.
Para
dar otra imagen de la
"agencia", podríamos
compararla a un director de cine,
o a un novelista, organizando las
escenas que vendrán a continuación
y en las cuales se desenvolverá
la trama general.
Lo
que parecería estar ocurriendo es
que se activa un campo específico
en el cual participan otros seres
como también elementos de la
naturaleza, todos dentro de un
campo único por el tiempo que
dure la sincronicidad.
Cuarta
"Ley": La
Manifestación
Activada
la energía del alma y aumentada
la gravedad personal, con una
actitud de alerta‑intuitiva,
y organizado ya el evento por la
"agencia", llega
entonces el momento de la
manifestación de una
"coincidencia con
significado".
Durante
su manifestación se puede
percibir un armónico fluir de la
naturaleza, algo sin resistencia y
absolutamente inusual para el tipo
de percepciones habituales de
nuestra vida diaria. Se palpa algo
como proveniente de otro plano más
elevado.
Ella,
produciéndonos una tremenda
movilización emocional, nos traerá
las pistas que necesitaremos luego
decodificar para comprender la
respuesta a lo que fue requerido
por el alma.
Si
bloquearnos el flujo en el medio
de una sincronicidad, intentando
"medirla"
("interpretarla) con nuestra
mente lógico‑racional, la
misma cesa. Lo mismo sucede en física
cuántica con las mediciones de
los fotones. Impedimos que termine
de desarrollar su patrón. Lo
ideal es dejar fluir su corriente
disfrutando con sorpresa y
asombro. Ya habrá tiempo, cuando
finalice su manifestación, para
tratar de encontrar su
significado.
Quinta
"Ley": El
Significado
La
sincronicidad contiene la
respuesta para un particular
dilema del alma. Es la persona que
la vivencia, y nadie más que ella
misma, quien puede “descifrar
su significado".
El
significado, contenido en la
coincidencia, contesta algo que
sería casi imposible de ser
respondido de otra manera que
fuese hecho de una manera más
efectiva y real.
Este
tipo de respuesta tiene la
ventaja, sobre un conocimiento
puramente abstracto e intelectual,
que proviene de la vivencia de una
experiencia.
El
evento y su significado parecen
estar "conectados a una
especie de red o campo" que
lo diseña "a medida",
conociendo, sin dudas, el propósito
de nuestra alma individual. Si
profundizamos, podremos percibir
claramente que, detrás de todo,
existe un propósito para nuestro
camino (el diseño de nuestro guión).
Sexta
"Ley": Los
Efectos sobre el Alma y su Destino
Se
podría decir que, a través de la
sincronicidad, la
"agencia" intenta reencauzarnos
dentro de nuestro verdadero
destino individual. Un destino
que la mayoría de las veces
desconocemos.
Todo
en la naturaleza, incluso nuestras
propias vidas, aparenta evolucionar
a través de saltos, al igual
que los saltos cuánticos de
los electrones y las partículas
subatómicas (la única manera que
tienen para cambiar de órbita).
La
respuesta con significado produce
un salto cuántico en esa
consciencia individual, lo que
permite un reencuentro
temporario con el sendero
individual prefijado.
A
partir de este reencuentro el
individuo realiza una reorganización,
muchas veces reestructurando
los valores para su vida.
Permanecerá
con mínimos cambios hasta el
próximo salto evolutivo, casi
en un estado estacionario.
Séptima
"Ley": El
Propósito de la Fuerza
Si
la evolución tiene propósito,
como aparenta y se la
describe, debe utilizar también
algún medio para lograr su
objetivo, para lograr el
avance necesario en la evolución
de la conciencia humana.
Uno
de los medios que utiliza para
lograr su cometido con nosotros
parece ser la sincronicidad: una
forma de comunicación creativa
que conecta a los seres,
directamente, con el propósito
del espíritu de la naturaleza.
El
objetivo inmediato de la fuerza de
la sincronicidad es manifestarse a
muchas personas con el fin de ser
comprendida y cambiar rápidamente
el paradigma (el "color
de los anteojos") con el que
decodificarnos la realidad.
Su
objetivo es despertamos para que
alineemos nuestros destinos en la
misma dirección que el de la
evolución del universo. Hemos
nacido de la naturaleza (no somos
otra que sus propios átomos
organizados para albergar a la
conciencia) y nadar contra su
corriente sólo produce
sufrimiento y enfermedad.
Hemos
llegado a un punto de
no‑retomo, y peligroso si no
es bien utilizado: aquí en la
Tierra somos co‑creadores
junto con las fuerzas de la
naturaleza, y hoy ya hemos
obtenido el conocimiento y el
poder para ejercerlo.
DOS
MECANISMOS DE ACTIVACION
Tiempo
más tarde comprendí que esta
fuerza se manifiesta en la mayoría
de los casos "irrumpiendo
bruscamente" en la vida de
las personas (incluso muchas veces
a través de tragedias). ¿Por qué?
Parecería que a veces es la única
manera de lograr
"despertamos". Como aún
no reconocemos los mecanismos
conscientes para facilitar su
aparición, debe hacerlo de esa
manera ya que es la única manera
para lograr la activación de
nuestra alma, el replanteo de los
valores que manejamos y, al salir
de la rutina que nos tiene
adormilados, podemos reconocer
esos signos o pistas que la
sincronicidad nos muestra para que
hagamos un cambio de rumbo. No
tengo dudas de que en ella podemos
sentir la vívida presencia de
Dios, o de quien ustedes
consideren como el Creador.
CONCLUSION
Resumiendo,
la sincronicidad parece ser la
manera en que el "intento del
espíritu" (el de la
totalidad) parece manifestarse en
forma casi de milagro en el mundo
de la materia y los sentidos (ese
mundo que los humanos consideramos
"el real").
Se
trata de una fuerza que
desea con intento ayudamos
a unir los "dos mundos"
que vemos separados (vistos desde
la mente y los sentidos): el mundo
del espíritu con el mundo de la
materia.
La
sincronicidad tiene efecto
indiscutible sobre el alma.
¿Pero
qué papel juega el alma? Me
parece que el alma es aquello que
se encuentra en el medio de esos
dos mundos aún inconexos. Me
parece que el alma es el
instrumento que conseguirá el
acople, ese que logrará dotar de
inteligencia a toda la materia, el
que logrará espiritualizar la
materia.
¿Quiere
esta fuerza demostramos su poder
creador, o quiere que nos
convenzamos de nuestro propio
poder creador?
Aparentemente
sí. Y lo hace utilizando otro
tiempo, un tiempo distinto del que
tenemos atrapado en nuestros
relojes: un tiempo (con diferente
longitud de onda) en el que se
confunden pasado, presente y
futuro. Ese parece ser el
"tiempo del alma" al que
podríamos dar el nombre de
"Almacronicidad".
EPILOGO
Para
finalizar, he seleccionado algo
que leí sobre el fenómeno en un
libro, que también me llegó a
través de una sincronicidad, y
cuyo origen está basado en la
inspiración de las tradiciones místicas.
Les mencionaré un extracto de El
Buscador de Mano Corradini:
Durante
tu viaje pueden presentarse
casualidades,
hechos
sin aparente relación entre sí,
que
traen mensajes significativos para
tu andar.
Estas
coincidencias son un reflejo de los
procesos de tu alma,
manifestaciones
visibles de cambios invisibles,
cuyas
raíces están en los movimientos
profundos de tu ser.
Las
casualidades más importantes
ocurren en ti cuando se mueven
ciertas fuerzas interiores.
Si
observas bien, verás que dan en
paralelo con períodos especiales de
tu vida de buscador.
Amores,
fuertes fracasos, victorias,
cantos
y desencantos, y hasta cambios de
camino.
Estos
sucesos están ligados entre sí con
una rítmica perfecta.
Como
si bajo la superficie de las
circunstancias
existieran
melodías ocultas,
marcando
los pasos de tu danza cotidiana.
Al
principio no los percibes, o los
llamas coincidencias.
Lo
verás cuando dejes de pensar en los
hechos y las cosas,
para
comprender lo que relaciona las
cosas y une los hechos entre sí.
En
la vía nada sucede porque sí,
todo
instante tiene un orden y una razón
de ser.
Y
en tanto descubres el significado
profundo de cada cosa,
cambia
le lectura del mundo.
De
modo que un día se abren las aguas
en tu interior.
Entonces
verás que serás tú quien se
presente a las oportunidades,
y
no al revés.
Te
llegarán informaciones inesperada e
intuiciones.
Si
dejas actuar esa fluidez,
ella
se adelantará a tu paso abriéndote
puertas insólitas.
No
caminará por ti, pero liberará tu
camino de obstáculos inútiles.
Entonces
no habrá mas coincidencias sino
sincronicidades.
Entonces
comprenderás que nada es casual,
que
cada parte del mundo es parte de un
sistema mayor.
Los
viajeros que aprenden a leer esta
armonía
tienen
la clave para dirigir sus pasos en
la dirección correcta.
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